El cumpleaños



- Y a tu esposa ¿qué le dijiste?

- Nada. No hace falta, ando trabajando.

- Ah vaya. Y ¿dónde dices que vamos?

- Alquilé una cabaña en la montaña, es bonita y podemos pasar el día, tranquilos.

- Ok. Bueno, trataré de ayudarte a pasar un buen cumpleaños.

 

Al inicio pensé que sería cuestión de algunos besos y un poco de diversión, pero luego de un año me he dado cuenta de que estoy enamorada y puedo ver que él también. Creo que el hecho de que ambos hemos pasado varias decepciones nos ayuda a entendernos.

Ya era justo que tuviéramos un tiempo para nosotros, sus obligaciones maritales, sus hijos y mi trabajo no ayudan a pasar todo el tiempo que quisiéramos. Yo sé que Gustavo ha tenido mucho estrés, tiene próximo el quince años de su hija, el trabajo es cansado, hace un esfuerzo por verme y yo trato de retribuirlo de la mejor manera que pueda. Tengo la fe (sí, esa es la palabra), de poder vivir juntos y tener nuestro propio nidito de amor. La edad tampoco es un tema tabú entre nosotros, los ocho años que me lleva no me incomodan, me gustan mayores (como la canción).

Admito que el lugar no es justo lo que pensé, eso sí, estamos lejos de todo y de todos, ni siquiera mi teléfono logra agarrar señal, lo cual es perfecto, podemos estar seguros de que aquí nadie nos molestará. Viéndolo desde acá, sí está guapo, no será nunca galán de Hollywood, pero sí está guapo, aunque mi madre diga que he tenido mejores prospectos y tampoco es que ella hable mucho de él, ni a ella ni a mi padre les parece bien que ande con un hombre casado, pero ¿quién domina al amor?, nadie.

"Amalia" me dice mi papá "usted no está para eso"... pero él no entiende, la primera vez que Gustavo me besó sentí las mariposas, esa chispa brillante, a mí me encanta cuando me dice que soy suya, porque yo sé que él es mío, lo sé y lo compruebo cada vez que hacemos el amor, la esposa es sólo eso, la esposa, pero yo soy su amor.


- ¿Te gusta?

- Sí, no es un hotel cinco estrellas, pero sí.

- ¿Querías un hotel cinco estrellas?

- No, lo que quería es tenerte un día para mí, disfrutar juntos Gustavo, eso es lo que quiero.

 

Adoro esa sonrisa, preámbulo de un beso que por suerte hemos venido practicando cada vez que nos vemos, siento donde empieza a acomodar sus manos en mi cadera y lo freno.

 

- ¿Qué pasa?

- Nada, pero tengo una sorpresita en mi bolso, digo, si puedes esperar unos minutos.

- Claro, puedo esperar.

 

Otro beso y tomo el bolso, esto es lo que quiero regalarle para su cumpleaños, entro al baño y me miro al espejo, reviso el celular, no hay señal, eso es justo lo que ocupo y principalmente, lo que ocupa Gustavo. Acá traigo su regalito, un babydoll negro, su color favorito, este hombre va a disfrutar su cumpleaños como nunca. Tomaré un poco de tiempo, voy a ponerme bella, perfumarme, creo que un poco de maquillaje me vendría bien, hoy no soy sólo Amalia, hoy soy su porno star, su gata, su princesa, hoy soy lo que él necesite que yo sea, tenemos todo el día.

Debo haber gastado ya como media hora, pero bueno, un hombre sabe que el minutero no corre igual para una mujer que para ellos, un poquito de labial y esta tigresa está lista para el amor. No sé qué se me ve mejor, si el babydoll o esta tanga.

 

- ¿Gustavo? .... ¿Gustavo? - No se escucha nada, ¿será posible que este hombre se haya dormido?

 

Guardo todo en el bolso, no sería la primera vez que dejo hago olvidado. Abro la puerta, lo miro sentado, de espaldas a mí, totalmente vestido, con la cabeza baja.

 

- ¿Gustavo?... – no me responde- ¿Gustavo? - me parece que lo escucho llorar con las manos cubriéndose la cara – ¿Gustavo? ...- le pongo la mano en su hombro derecho.

 

Pone su mano izquierda sobre la mía, sin dejar de llorar. Esto no parece lo que tengo planeado para festejar.

 

- ¿Te pasa algo? – obvio que algo le pasa, pero no se me ocurrió ninguna mejor pregunta.

- ¿Me amas?

- Por supuesto amor.

- ¿Cuánto?

- Eh…. Todo lo que puedo. – Veo su mano derecha, tiene un puñal que aparentemente tiene bastante filo. – me estás asustando Gustavo, ¿qué pasa?

- Ocupo salir.

- Tranquilo – trato de apartar mi mano, pero la sujeta con fuerza.

- Ocupo salir de todo Amalia, de mi matrimonio, de mis deudas, de todo.

- Ok, si quieres que hablemos, por mí está bien. – no está bien, debería estar sentada en sus piernas, teniendo un buen beso y estando a punto de hacerle el amor como sólo yo se lo puedo hacer.

- Quiero que estemos juntos por siempre, tú eres mía, no soportaría que tuvieras a otro hombre.

- Y no lo tengo, pero agradecería que bajaras ese puñal, es en serio.

 

Suelta mi brazo y se levanta, en este momento es que recuerdo que el celular no tiene señal, trato de buscar las llaves de la cabaña, mientras se gira para verme.

 

- No están.

- ¿Qué?

- Las llaves, las tiré por la ventana. Estamos solos amor, solos para quedarnos juntos en la eternidad.

- ¡Maldición Gustavo, dame las malditas llaves de esta cabaña!

 

Da un par de pasos y se acerca, en tanto yo, trato de regresar al baño, ya estoy llorando y me limpio las mejillas.

 

- Las llaves, dámelas, Gustavo, las ocupo.

- No las tengo. Pero tranquila, tú y yo vamos a estar juntos para siempre, ya no soporto la presión Amalia, mi esposa, el trabajo, no tengo dinero, tuve que pedir prestado para el quince años de mi hija y obviamente no tengo el dinero para pagar, hipotequé la casa y mi esposa no lo sabe….

 

De espaldas logré llegar al mueble de cocina, que luego de inspeccionarlo lo mejor que puedo en estas circunstancias, no tiene cucharas, ni platos, ni cuchillos.

 

- Amor, vamos a estar juntos.

- Déjame salir. De verdad, déjame salir ahora.

 

Lo tengo a la par mía, estoy llorando como una niña, este hijueputa me pasa el puñal con suavidad por el rostro, no tengo nada con qué defenderme.

 

- Por favor, déjame, sí, solo déjame salir y listo.

 

Pasa el puñal un poco más fuerte, de manera que, al hacerlo, esta vez, me rasguña y empiezo a sentir un hilo de sangre mojarme la cara. Si algo he aprendido es que siempre hay algo que hacer y lo hago, le mando un rodillazo directo a sus genitales, lo que lo echa hacia atrás un poco, lo suficiente para correr a la puerta, ¡maldición!, de verdad está cerrada… me toma de la cabeza y me gira, estoy de espaldas a la puerta.

 

- Bésame.

- Cómo?

- Bésame, ocupo saber que me amas y que no amas a ningún otro hombre.

 

No sé qué hacer, ¡por Dios!… ¡espera!… algo brilla afuera de mi bolso… un lapicero…. ocupo llegar hasta ahí.

 

- ¡Maldición Amalia, bésame!

 

Lo beso, lo beso y lo abrazo, comienzo a tratar de llevarlo hacia el centro de la sala, duda en retroceder, pero lo beso con tanta fuerza que empieza a ceder, sigue con el puñal en la mano, estamos cerca, a tres pasos, a dos pasos, se detiene, se aparta, me mira…

Dejo caer el babydoll y lo vuelvo a besar, estamos a dos pasos, a uno… siento el bolso a la altura de mis piernas, trato de zafarme un poco, no me deja… “te conviene” le digo al oído, me suelta sólo un poco, me agacho, y comienzo a zafar su pantalón sin dejar de besarlo, con la otra mano ya pude tomar el lapicero, sigo besándolo, tiene el puñal a la altura de mi pecho…

 

- ¡Maldita!

 

Le he clavado el lapicero justo en el cuello, no sé cómo, suelta el puñal, cae hincado… me apresuro y lo tomo, ahora la que manda soy yo…

 

- ¿Qué piensas hacer?

- Salir de aquí.

 

Se reincorpora a pocos, dando tumbos, es el momento… le clavo el puñal en su pecho, me mira, vuelvo a clavárselo dos veces más, hasta que cae al suelo. No he parado de llorar, tendido en el suelo boca abajo está el amor de mi vida, suelto el puñal que cae al piso cubierto de sangre, estoy en shock, me acerco con miedo a Gustavo, levanto un poco su cabeza….

Me agarra del tobillo y por intuición retrocedo, alcanzo a ver su mano temblorosa, se mueve por dos o tres segundos y cae rígida al piso. Está muerto. Tomo mi ropa, me visto, titubeo entre dejarlo ahí o llevarlo fuera, hago lo primero, con la mesita de la sala rompo la ventana, por donde finalmente logro salir…

Dos meses después, me parece increíble, el carro me sirvió para llegar a la ciudad, tiré todo lo que pudiera hacerme culpable, aun sabiendo que excepto mis padres, nadie más sabía de lo nuestro. Mi mamá preguntó varias veces por él, pero siempre le dije lo mismo “terminamos”, el celular lo boté, no quería nada que me pudiera hacerlo recordar, no pienso enamorarme más, por lo menos por un tiempo, esta vida tal vez….


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