Dos humildes trabajadores



- ¿Qué te habías hecho?, hace tiempo no te veía.

- Me metieron en el bote unos días.

- ¿Por qué?

El primero cambió la posición que llevaba en el asiento del bus, suspiró dos veces y entonces empezó con la explicación.

- Le dejé unas piedras a unos clientes, de cinco gramos cada una, pero entonces subí la vista y al frente, en dirección mía venía un policía como a doscientos metros. 

El otro también se acomodó para prestar mejor atención.

- Ese hijueputa policía me traía maldito, pero maldito desde hace días. Todavía me quedaban tres piedras de dos gramos cada una y me pensé "estas piedras yo las pago con lo que llevo ganado, por estas piedras no me agarran" y las dejé caer en la acera mientras caminaba. Cuando nos topamos de frente el policía y yo, me dijo:

- ¿En qué andás?

- En nada jefe. Es más, escúlqueme - cuando terminó la revisión, solté una risa en la cara del policía - Viste que no andaba nada - en ese momento sentí donde alguien me tocaba el hombro, era otro policía que venía detrás de mí, que me había visto donde arrojé las piedras y las recogió del suelo. 

El otro se rascó la cabeza, se acomodó el pelo y siguió oyendo la historia.

- Es que en este país no lo dejan trabajar a uno.

- Eso es cierto, aquí joden mucho.

- En Nicaragua no me pasaban estas cosas.

Los dos guardaron silencio un par de segundos y entonces el primero siguió.

- Buenos culitos me comí allá en Nicaragua

- Es verdad, comía uno bien. 

- Allá pagué buenas putas. Lo dejaban trabajar tranquilo a uno.

- Y ¿vas a volver?

- Sí.

- Decime en qué parte te agarró la policía, para no pasar por allí dejándole el pedido a los clientes.

Después de darle la dirección donde lo habían capturado, se agarró el estómago y le dijo a su amigo.

- Estoy jodido.

- ¿Qué tenés?

- Me bajé dos litros de leche antes de subir al bus y tengo la panza revuelta.

- ¿Pa dónde vas?

- Pagué hasta Sarchí, pero voy a ir hasta Grecia. Pero vengo jodido, creo que voy a estampar el bus con la leche.

El otro llegó dos minutos después a su destino. Se despidieron y bajó sin saber si aquél cristiano había llegado con éxito adonde se dirigía o si por el contrario, había terminado vomitando en el bus ante el disgusto del chófer y de los demás ocupantes. 

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