Ojalá mis demonios me permitieran conciliar con
ellos con tanta facilidad como había sucedido en aquel lejano año 325, en
Nicea. Durante aquel concilio se definía la Santísima Trinidad, por lo que a Jesús
se le asignaba el compartir la divinidad con el Espíritu Santo y con el Padre,
se había escogido los libros que quedarían en la Biblia y se apartaría a
aquellos que eran contrarios a las doctrinas (los que hablaban de la parte
humana de Jesús), se cambiaban las celebraciones paganas por celebraciones
religiosas, así crearon la Navidad en lugar de la fiesta del nacimiento del Sol
y la festividad de San Juan Bautista en lugar de la fiesta celta del Alban Heruin,
ah y se declaraba que los sacerdotes no podían vivir con mujeres que no fueran
su madre o su hermana. En pocas palabras nacía la Iglesia Católica (que quiere
decir Universal) para instituir que todo lo que estuviera en su contra, era
maldito. Y aún faltaban dos siglos más para declarar a María, virgen antes,
durante y después del parto, lo que significa que nunca consumó su matrimonio
con José, ¡obvio!, entonces lo declararon dogma, que es algo que no se debate,
se cree sí o sí, ... porque el sexo es algo maligno para el ser humano, lo
rebaja a su verdadera naturaleza. Repito, ojalá yo pudiera conciliar tan fácil
con mis demonios.
Que yo sea psicóloga, no significa que no sea
mujer. Aclarando este punto, no soy yo quien le debe explicaciones a la esposa
del abogado, es él, él es quien comete infidelidad, yo simplemente soy una
descarada que no ve tan mal la situación. “Entonces, la serpiente se asomó a
aquel bosque, estaban desnudos pero nadie les había dado la noticia, la
serpiente se acercó a ella y le ofreció un fruto (que nunca se menciona que
fuera una manzana, en realidad, la alegoría de que el fruto prohibido fue una
manzana, vino siglos después, por lo carnoso del fruto, por su color rojizo que
se relaciona a diario con la pasión, por su sonido al ser mordido), entraron en
pánico por la desnudez, por el temor de ser exhibidos, porque quien está
desnudo, ofrece lo que es, sin máscaras.
Había corroborado con Donato que efectivamente
tuviera libre este viernes y me lo confirmó, así que estaba más tranquila, un
poco. Vinicio se había dado cuenta y me había deseado que pasara bien el día,
me lo había deseado desde el martes. Pero qué sabe Vinicio de cómo disfruto yo
mis días, ¿qué extraño poder lo hace pensar que paso más feliz unos días que
otros? Yo no hacía nada malo. Aquí vendrían los mojigatos a decir que, si mi
esposo saliera con otra mujer, no me gustaría, y tal vez tuvieran razón. Pero,
ahora vamos con la parte demandada, ¿por qué alguien con pareja busca salir con
otra persona? Si realmente esa parte estuviera bien con su pareja no existirían
ojos para nadie más, aunque el diablo se apareciera desnudo, lo echaría de su
lado, no habría mensajes, ni llamadas (tuve dos el martes, la primera cerca de
las ocho de la mañana y la segunda durante el almuerzo, mientras estábamos en
una actividad de pintura, de reojo pude ver a Isabel que estaba a mi lado y
parecía que quería mirar lo que pasaba en mi teléfono). Pero no es Lucifer
quien nos tienta, es el tiempo, la necesidad, la urgencia de sentir que en
algún otro plano astral estamos vivos.
Pues aquí voy, llegó el viernes, me desperté
temprano, para salir de mis trámites antes de las nueve de la mañana y disponer
de tiempo para lo inevitable, que pasara lo que tenía que pasar y más
importante, que pasara lo que yo quería que pasara. Dejé el Polo Sur árido,
porque mi experiencia me dicta que los hombres prefieren las zonas desiertas
antes que los bosques poblados. Me puse algo cómodo, cómodo para mí, porque
antes vi que la comodidad dista mucho según los puntos de vista. Alcancé a
llegar temprano a San José, fui por un café, mis trámites eran cerca del
Hospital San Juan de Dios, así que visité una soda que se encuentra hacia el
norte de dicho hospital, camino a la terminal de buses, media cuadra a la
derecha, ya la había frecuentado en otras ocasiones, pedí un café negro, sin azúcar,
porque la leche y el azúcar evitan que uno pruebe el verdadero sabor del grano.
Pedí además una empanada de carne, me lo sirvieron a la mesa y cuando estaba
con la taza del café por la mitad, llovió dentro del comercio. Ingresó a mi teléfono
una llamada del abogado, le contesté con tanto cariño como se me ocurrió, con la
miel que le faltaba a mi bebida, dibujé una sonrisa en mi rostro y miré al
frente, como si el abogado estuviera frente a mí satisfaciendo mis caprichos y
mis deseos. En cuestión de cinco segundos mi sonrisa se desmotivó, el hijo
mayor del abogado había pasado la noche con fuertes dolores y después de estar
la noche en el hospital, resulta que tiene apendicitis. Correcto, eso quiere
decir que el abogado no va a venir, tenía cosas más importantes que hacer. Veamos,
no tengo derecho a reclamarle puesto que el abogado y yo no somos nada, solamente
somos dos personas que disfrutan mutuamente los calores de la carne, los
encuentros furtivos. Es cierto, nos mensajeamos, nos llamamos (llamada normal y
videollamada) pero al final de cuentas no pasamos de ser pura lujuria y sudor. La
empanada la dejé a medio comer, el café se enfrió, pagué mi cuenta, terminé de
hacer mis cosas y tan pronto como pude tomé bus de nuevo, llegué a mi casa antes
del mediodía a darme una ducha fría, hubiera preferido una compartida, porque
las veces anteriores que la compartí con el abogado, el agua templaba más mi
cuerpo, se sentía más saludable, más nutritiva. Al final, ni modo, aquel continente
del hemisferio Sur que yo había dejado desierto, solamente había recibido la
visita del agua, es inevitable que los bosques vuelvan a crecer, pero tocará
podar de nuevo.
A veces la leche no se derrama sobre el cereal y
este queda seco, esperando humedecerse.
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