A simple vista no era perceptible, no tenía el
porte de Paolo o Romeo, ni la pubertad de Vinicio o Nicolás, pero tenía un don,
Donato aún conservaba destellos de inocencia en su imaginación. Así lo comprobé
el miércoles, cuando estuvimos mensajeando casi a las diez de la noche, algo
notable porque Donato era poco de hablar conmigo a esa hora. Quería
actualizarse, lo sorprendió una referencia que había hecho sobre él y entre una
y otra, se describió algo loco, que es raro porque nunca lo he visto cuerdo y
entonces, me habló del abogado, posiblemente lo mencioné en la oficina sin
darme cuenta, quizás estaba con el misterio del libro de poesías que me habían
regalado y por el que me había consultado. Y cuando parecía que iba directo a
acertar, erró en el remate final, el abogado no era un amor del pasado, nadie a
quien él conociera, nadie que hubiera dejado marcas en mí anteriormente, lo del
abogado era nuevo, pero voy a dejarlo que siga creyendo así, porque las
personas somos incrédulas y muchas veces no asimilamos los deslices que los
demás son capaces de hacer.
Todas las profesiones tienen sus ventajas y sus
desventajas, en mi caso, ser psicóloga tiene una enorme ventaja con respecto a
otras, yo no preciso de contratos con mis pacientes. Yo no elijo que vengan a
mí, vienen como ovejas sin pastor, como sombras en busca de la luz, vienen
porque en algún punto hacen conciencia de que necesitan ser escuchados, de que
carecen de algo que yo les puedo dar, un punto de vista serio y didáctico.
Entonces, hay cosas que conozco y domino, aunque no las aparente, el chantaje emocional,
por ejemplo. El chantaje no es otra cosa que una vil forma inadecuada,
irrespetuosa y agresiva de comunicación, chantajeamos para expresar una
petición de cambio, solicitar ayuda o simplemente expresar disconformidad y
queja, porque tenemos el objetivo claro de conseguir lo que uno quiere (como
los antiguos conquistadores con los nativos) sin tener en cuenta los deseos de
la otra persona.
Qué descaro, uno de mis chicos intenta
chantajearme si se me cruza por la cabeza navegar por nuevos valles, viajar a
nuevos sitios, pero entonces parece que no entiende que yo tengo una ventaja
sobre él, no hay contratos entre nosotros. Tengo oídos que no se hacen los
sordos, y carezco en ocasiones de algo que no debería, pero carezco, de
escrúpulos, así que antes de querer chantajearme debería de analizar los pros y
contras.
A veces las personas nos caen bien o mal, a veces
nos gusta más un sitio que otro, a veces nos gusta una música que para otros es
de poco agrado, a algunos nos gustan las películas románticas, otros prefieren
los dramas o las de terror, es de humanos, ¿cómo tratamos el chantaje?, le
hacemos creer al chantajista que nos preocupa su perspectiva, pero yo sé que
son arrebatos de chiquitos mimados, de celos, no nos gusta prestar nuestros
juguetes favoritos, qué feo, qué bajo. Yo he tratado de no poner a nadie por
sobre los demás, los aprecio a todos por igual, no veo si son flacos o gordos,
hombre o mujer, si visten mal o visten bien. Pero no, para ellos no es
suficiente, ahora parece que quieren estar por encima de la psicóloga. Qué fea
actitud, cómo me decepcionan, debería darles algo de vergüenza, tienen miedo a
perder su estatus, como si lo tuvieran, qué horrible pensamiento. Lástima que
no sean hijos míos para haberles dado un par de pellizcos, para que aprendan
que uno comparte las cosas. Pareciera que a algunos nunca les dieron de
nalgadas cuando estaban pequeños, porque de adultos estoy segura de que las han
recibido y les ha gustado, además.
El chantaje solamente lo utilizan las personas
inseguras de sí, las personas que pierden el tiempo en cosas pequeñas. Qué
vergüenza siento, cómo es posible que se presten para eso. Siento un no sé ni
qué, pero sí sé el dónde.
“También le preguntaron unos soldados: —Y
nosotros, ¿qué debemos hacer? Les contestó: —Confórmense con su paga y no hagan
extorsión ni chantaje a nadie.” Lucas 3:14.
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