Entonces apareció como las doncellas en las
historias de caballeros que contaban en la Edad Media, como la lluvia en el
desierto de Atacama, sin necesidad de ser rescatada, porque para rescatarse se
bastaba ella sola, sin ocupar pedir ayuda. En medio de un mundo de selvas, con
una sonrisa sencilla, sin aspavientos. Tan sincera y natural que las palabras
le brotaban sin necesidad de mover los labios. Hablaba sobre la infidelidad de
los hombres, esa especie de la naturaleza que le huye a los buenos modales,
porque ¿qué saben los hombres de tratar a una mujer?, ¡nada! Confundía sus
curvas con esa extraña enfermedad que padecen quienes ven peso de más, donde
existe un pleno equilibrio del cuerpo. Donde se miraban suaves oleajes ella
miraba ciudades amuralladas.
Tampoco soy tan facilito, en ocasiones hasta los
hombres somos complicados de hablar y si es de entender, la cosa se complica un
poco más.
No sabría decir la fecha exacta de nuestra primera
charla. Ella se divide en dos. La primera es la chica que escribe con prisas,
la estudiante aplicada que arremete contra la computadora cuando las tareas se
complican sin querer y que manda al diablo los libros cuando estos se empeñan
en complicarle las tardes. La segunda es la mujer que habla pausado, que es
madre y que deja escapar alguna risa mientras habla, que solo prepara postres
dulces porque los salados no son buen paladar, y guarda los secretos del
corazón, pero saca el tiempo para corregir aquellos fallos intelectuales que el
sexo masculino frecuenta cometer en detrimento de las mujeres.
Me había dado su segundo nombre y decía que no le
gustaba, que nunca lo usaba. Me lo dio sin tanto trabajo, quizás en el fondo no
le importaba que yo lo supiera, Elena. A mí me encanta, es nombre de reinas y
majestades, como Helena de Troya, por ejemplo. Y aclaro que no es que el
primero no me guste, porque me gusta, pero llevábamos tiempo tratándonos ya y
entre las cosas simples que desconocía de ella, estaba esa, su segundo nombre.
Estaba linda, con la piel color caramelo, como los
dulces que los niños disfrutan sin querer que se acabe. Pero no voy a entrar en
romanticismos, porque luego me dirá que soy un estúpido, que el solo hecho de
que contactemos, no lleva a nada más, que está harta de que los hombres
empiecen con ese cuento de amistad y cuando se da cuenta, le dicen que está
hermosa. Yo ya se lo había dicho algunas veces y siempre reía, así que supongo,
que no le disgustaba tanto como quería hacer creer.
Lo confieso, escribimos y yo le escribo con temor,
con la duda constante de si me va a mandar al carajo antes que después, porque
parece ser mujer de no aguantar muchas cosas, de armas tomar, pero entonces me
pienso, si quisiera mandarme al diablo ya me lo habría dicho y no lo ha hecho,
por lo que tal vez son solamente pensares míos, podría existir la posibilidad
de que hasta le caiga bien, cosa que yo hallaría difícil de creer, pero en el
mundo pasan cosas todavía más increíbles.
Ahora le ha dado por darme lecciones sobre las
mujeres, cosas tan básicas que todo hombre debería de saber, y cada vez que
avanzamos y ve que llevo algún apunte correcto, suelta la frase: “Lección 2”,
“Lección 3”, si mis cuentas y las de ella no fallan, llevo aprendidas las
primeras ocho lecciones, no, no sé cuántas serán, pero sabiendo que las mujeres
son de Venus y los hombres de marte, han de ser al menos unas cien lecciones,
ojalá tenga paciencia para enseñar. Antes tenía la manía de mostrarme sus piernas
en fotografías y esa lección parece que al tiempo la aprendió, nunca le
muestres tus piernas a un hombre, porque la imaginación de los hombres va un
poco más allá y acabamos pensando en las texturas, en la suavidad.
Dicen que cuando una persona se aleja de nosotros
o dejamos de verlo, es porque esa persona ya cumplió el ciclo en nuestras
vidas, siendo así, imagino que aún no cumple el ciclo en la mía, puesto que
siempre que la interrumpo, no tiene la molestia en aparecer, como si supiera
que estoy por escribir.
Lo de vernos tiene fecha lejana, como las grandes
películas que se anuncian con anticipación, para que el público se emocione.
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