Perfiles Psicológicos (Cuando el río suena...)

 


Evangeline había llegado de un viaje a Colombia, cinco días en un paraíso sin que viniera bronceada o marcada por arañazos en la espalda como les pasaba a Sandra y a Vinicio cada vez que iban a ese país al Sur del continente. Muestra de que se podía ir por aquellos rumbos sin caer en las tentaciones libidinosas de la carne.

Regina olvidó sus llaves nuevamente, tomé el ascensor luego de leer su mensaje, yo estaba sola entre aquellos espíritus que habitaban el edificio de oficinas y que durante las tardes se entretenían tecleando en plena soledad. Ahí estaba ella, fiel a su café y a las buenas maneras, todavía con fuerzas, porque el día recién empezaba a despuntar y la madrugada había sido generosa.

En el escritorio de Paolo dejé un pequeño regalo, bueno dos pequeños regalos, porque la vida se celebra y mañana en la oficina se celebra un baby shower, para dos bebés que están por llegar a este mundo, junto con los cumpleaños del mes y la actividad semanal, va a ser un día divertido, con colores, algo así como la ropa que llevaba Enrique el día de hoy, algún día le diré que le luce eso de los colores claros, se le ven bien, porque hasta la sonrisa le fluye más natural y le brillan los ojos (incluso llegó al mediodía a la sala de videojuegos a jugar una partida con Evangeline y conmigo, Isabel se tardó y cuando quiso llegar ya íbamos de salida). ¿Y si era cierto lo que me dijo Amalia la semana pasada?, si de verdad yo me notaba triste, porque me sentía bajoneada, si cabe la expresión, pero tendré que sentarme con un trago a meditar y encontrar la raíz, porque todo tiene una raíz, un detonante y nadie mejor que nosotros mismos conoce cuando las vibraciones cambian de decibeles.

 Vinicio llegó aquel día como un soldadito marinero, de celeste, no un celeste angelical, porque bastante le sale de demonio, pero llegó de celeste mar. Hoy había casa llena. 

-            Ya le tengo el chisme – le dijo Vinicio a Sandra y esta se frotó las manos de la ansiedad por escucharlo.

-            Cuéntemelo todo.

 Y empezó aquella historia sobre amores que al parecer no tenían tan buena relación como parecía. 

-            Escuchen mi versión – aclaró Sandra, entonces Vinicio, Enrique y Nicolás escucharon atentos, porque claro, en la versión de Caperucita, el lobo es el malo, pero en la versión del lobo, Caperucita es quien lo devora, con el permiso de este, obvio. Perdón, parezco Donato ayer, dando charlas con segundas intenciones que llevaban a conversaciones sexuales durante el almuerzo, mientras que Paolo seguía confundido sobre el significado de la palabra “chapulín” en el argot costarricense.

 Para cuando Amalia llegó a la oficina, aquello estaba a reventar, como un clásico entre merengues y culés, hasta las gradas amarillas estaban ocupadas.

 La actividad resultó ser una partida de Kahoot!, y ahí iban Regina y Amalia liderando las tablas durante la primera mitad, yo venía retrasada, pero entonces cerca de la pregunta once (eran veintiún preguntas) apareció Romeo, empezó a ganar terreno hasta meterse en los primeros lugares y luego aparecí yo. Amalia y Regina perdieron fuerzas y aquello fue una lucha encarnizada entre Romeo y yo, sudamos, pataleamos y en las últimas de cambio saqué una leve ventaja, suficiente para llegar contra Romeo a un final de fotografía que me dio la victoria por una nariz.

 Yo bajé al parqueo por cinco minutos, cerca de las once de la mañana, porque el abogado me había escrito, nos vimos, nos besamos lo más apasionado que pudimos, anduvo mi falda con sus manos, en un juego inocente que nos provocó risa y me entregó una nota: “trescientos metros Sur y veinticinco metros Este del Parque Morazán, Motel Calipso”, quedamos de vernos el otro martes, que estamos libres en la agenda, para repasar lo que Vinicio había estudiado la noche anterior en el asiento trasero de un vehículo, donde a la mañana siguiente Nicolás y Sandra fueron testigos del olor a mujer que se quedó impregnado en ese lugar. 

 Durante el almuerzo, Regina, Isabel y yo, nos sentamos de manera prudente, en tanto, Romeo y Alfonso movieron sillas para sentarse junto a Nicolás, Vinicio, Enrique y Sandra. Una hora después, Mateo movía las sillas de un lado hacia otro, porque entre tanta gente, le habían robado el asiento del escritorio.

 Con tristeza vi que aquí le falta barrio a mucha gente, porque cuando jugaron bingo, hubo muchas jugadas que yo que soy de pueblo conozco, pero ellos que son de la ciudad desconocían, ejemplo de las diferencias que existen en un mismo país. Y noté que Paolo tiene problemas con el juego, porque gritó como ganador y al revisar el cartón, de entrada el primer número que le chequearon no había salido, y aún así discutió… ¡hombres!

 Cuando repartieron los pasteles, en la tarde, Amalia estuvo a punto de soltar una frase épica, pero la conciencia le habló a tiempo al oído y se mordió los labios, dio media vuelta y sonrió mientras salía del comedor.


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