Pequeñas cosas invisibles
Basta un segundo en la vida de alguien
una señal de desvió pa ver la dirección,
para averiguar si sus calles tienen salida
son una prisión de la que no escapará,
basta un beso, tan simple, un beso basta
y ver correr el sudor en la piel
estremecerse con el eco de una palabra
y tratar de adivinar lo que anda bien.
Existen cosas tan pequeñas, insignificantes,
cosas ilusas, de ciencia y torpeza
que sólo subsisten dentro de cada quien,
cosas como el alma, cosas invisibles,
que paran el reloj cuando tocan la almohada.
Si todo bastara para aferrarse a algo
para tener un recuerdo que valga la pena,
que siga eterno, aunque lo mate la ausencia
sin querer ver oasis en el desierto.
Y existen esas pequeñas cosas invisibles
que todos llaman sueños,
que no son de ningún lugar
ni van para ninguna parte,
que sólo existen porque existen
pero no tienen cuerpo ni alma
ni carne ni remordimientos,
esas pequeñas cosas invisibles que no son cuento.
Las rapta la lujuria
y las cuida el desenfreno,
cada beso y memoria cobran vida allí
cada lengua ensangrentada bebe su veneno
sin querer salir de allí.
La tinta de esta pluma negra con que escribo
estas líneas llenas de sangre,
se me acaba a ratos por estar maldita,
por estar sujeta a mis dedos de dinamita
sin tener cordura en lo que digo.
Y existen esas pequeñas cosas invisibles
que se suicidan junto a mi memoria,
que son sueños que nunca hacen historia
que no tienen meta de llegada
ni punto de partida,
pequeñas cosas invisibles
que no tienen claro por qué existen,
que ponen sal en cada herida,
esas pequeñas cosas invisibles
que en mí murieron hace tiempo.
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