Perfiles Psicológicos (Dips Afrodisíacos)

 


Había varios globos decorando aquella área de la oficina, rojos, blancos, con diseños. Era el cumpleaños de Paolo y su escritorio lo habían decorado a la altura de aquel festejo. Veintiún años me dijo que cumplía y yo no lo puse en duda, dicen que quien no confía en la palabra de un hombre, no tiene en qué confiar. Dichosa esa juventud que puede acostarse a las dos de la mañana, dormir tres horas y levantarse sin la necesidad de tomar un café bien cargado para agarrar energías para el resto del día, a mis treinta y cuatro, aquellas épocas quedaban en meros recuerdos.

Tras dos semanas sin ir a la oficina, llegué envidiando el café que Regina tenía a su lado y del que tomaba pequeños sorbos antes de que abrieran la oficina. Una vez dentro me tocó ponerme al día en lo que se podía con Evangeline e Isabel, quienes habían llegado ese día a trabajar, a diferencia de la esquina, donde Enrique, Vinicio y Sandra brillaban por la sombra de su ausencia. El grueso del equipo no asistió ese martes a la oficina y me pareció curioso, por lo general es el día de la semana con mayor convocatoria. A Paolo le llevaron un pastel para celebrar y repartió un pedazo a los que estábamos allí, porque la generosidad y el agradecimiento no se miden por porción si no por corazón. Comió hasta Isabel, cuyo paladar no frecuentaba probar los alimentos dulces.

Con Amalia, Nicolás y Evangeline, tenía pendiente un almuerzo que cumpliríamos al día siguiente, para canjear el premio que ganamos en el Employee Day, canjearlo en uno de esos restaurantes que no existen allá por mi pueblo natal, donde lo más fino son los restaurantes de comida china, que conglomeraban la clientela y donde uno podía darse el gusto de comer un arroz cantonés o un arroz con lechón.

El miércoles Isabel le comentó a Vinicio y a Sandra que Paolo había compartido de su quequito, igual que Vinicio lo había hecho anteriormente hace varias semanas, la diferencia es que a Vinicio le habían rogado para poder probarlo, le habían sacado el sudor mientras le rogaba la lengua de Isabel, en tanto que Paolo lo daba democráticamente, sin necesidad de ruego, para quitarles el antojo al resto de humanos. Las texturas, bueno, el de Paolo era más esponjoso, con más sabor, no hay nada como comparar para elegir entre varios productos.

- Ah – dijo Vinicio – pero es que el de Paolo es venezolano y los sabores venezolanos le abren la boca a uno, sabe diferente a lo criollo – recordaba seguramente aquellos platillos carnales que Cartagena le había ofrecido en sus dos visitas previas.

La semana entrante vuelven Sandra y Vinicio a Colombia, quedaron degustaciones pendientes, sabores que no probaron. Yo no podría hacer un viaje con ellos, no podría llevarles el ritmo, a diferencia de ellos, cuyos viajes están cargados de sudores, sábanas mojadas, discotecas al amanecer, coqueteos, pecados lascivos y pegajosos, mi viaje a Nicaragua fue algo artístico, emocional, un encuentro profundo con mi aura. En este punto necesito hacer una pausa, me ha pasado algo extrañamente curioso. He sentido algo que andaba en mi hombro izquierdo y al fijarme, he visto a un hombrecillo de unos diez centímetros de altura haciendo flexiones, con un cuerpazo, que, si fuera de mi altura, sería un Adonis, con una mirada de desaprobación cuando he dicho que mi viaje fue artístico, inmediatamente veo mi hombro derecho y en él, distingo a un ancianito con bastón, casi calvo, pidiendo perdón por algo. Hago lo que tengo que hacer, tiro el trago de ginebra que estaba tomando a ver si dejo de alucinar.

Durante el almuerzo cuando canjeamos nuestro premio, me di cuenta de algo, yo no era la única que frecuentaba pocos lugares así, recapitulemos. A la entrada del restaurante a Amalia se le ocurrió preguntarle a la chica que atendía, si se podía cancelar con la tarjeta que llevábamos, haciendo hincapié en el hecho de que no era robada, lo que causó una risa nerviosa en la muchacha. Aclarado el punto, tocó escoger la mesa y fue el turno de Evangeline para hacerse grande, dudó entre cuatro mesas diferentes antes de finalmente escoger donde íbamos a sentarnos, después de haber dado dos vueltas por todo el sitio, porque todas las mesas parecían bonitas. Cuando llegó el turno de que nos sirvieran las bebidas, estuve a punto de dar un sorbo al vaso, confiada en que ya no se usaban las pajillas, hasta que el mesero las puso en la mesa, justo cuando mi boca estaba a dos milímetros de tocar el vaso. No voy a decir nada sobre la selección de platillos o lo que se habló durante aquel almuerzo. Es como Las Vegas, lo que sucede o se dice ahí, permanece ahí, solamente diré que quedé con la tarea de recomendar un enjuague bucal a Nicolás, quien estaba bendito entre las mujeres, muchos hombres se deseaban aquel puesto, salir a almorzar con tres mujeres de buen ver como Amalia, Evangeline y mi persona (lo que algunas gentes educadas conocen como milfs). De regreso a la oficina cuando Mateo y Paolo nos preguntaron cómo nos había ido, todos indicamos que nos había ido de maravilla, pero repito, lo que se dijo o lo que pasó en el restaurante, se quedó ahí. 

Como dijo Sandra, la carne nunca se come fría, se sirve caliente y se mete en la boca a tiempo para degustarla placenteramente.


Comentarios

Entradas populares