Perfiles Psicológicos (La caída de los imperios)

 


- ¡Chiquillas, me muero! – les dijo Sandra a Vinicio y Nicolás, cuando Nicolás le habló de una aplicación para ver películas y series, de la cual Sandra desconocía su existencia, aunque le tardó tres o cuatro intentos a Sandra entenderle el nombre de dicha aplicación a Nicolás, aun no agarraba las fuerzas del desayuno. Ya antes habían discutido Sandra y Vinicio sobre si lo importante es el tamaño o el uso, Vinicio dijo que lo importante era saberlo usar, pero Sandra hizo hincapié en la necesidad del grosor, la experiencia conoce cosas de más.

Fabián había vuelto a sus escapes emocionales, a sus frustraciones. El intento de libertad le había durado un par de semanas, mucho más tiempo del que él mismo pudo imaginarse, ya tenía recaídas otra vez, pensamientos que llegaban al amanecer y no se iban hasta entrada la noche, cuando el alma es más frágil.

Llegó Amalia con cara de felicidad, como quien empieza a escalar su propio Everest, se paró a mi lado, me dio una palmadita suave en el hombro derecho y con las manos en los bolsillos me dijo:

- Lo logré, ya me di de alta de mis problemas psicológicos.

- Me parece muy sano – le respondí con el rostro lleno de serenidad, luego se dio media vuelta y volvió a su asiento. Por dentro no supe qué responderme, no la veo dándose de alta, si es posible que alguien se dé de alta por sí mismo.

Hoy, Sandra tuvo visitas en el trabajo, sin que la alzaran a ver, sin siquiera un saludo, una visita que le alivió un poco el cimbronazo que se llevó en la boca cuando se rompió una de sus ligas, un cimbronazo distinto al que hubiera querido para sí.

El Virreinato de Nueva España empezaba a derrumbarse, las guerras de independencia se instalaban en las colonias inglesas, pero pasaba algo más grande, más importante. Los chicos empezaban a ir de manera independiente al baño, de uno en uno, sin acudir a la misma hora. Era noticia de primera plana en el New York Times, bueno, quizás no, pero podría haber sido (me ilusioné en balde, volvieron a la normalidad durante la tarde). Y Vinicio, pobrecito, el sonrojo le llegó cuando supo que las altas esferas podían darse cuenta de Cartagena, como si el bronceado, las carcajadas y el conversar, no bastasen para delatar la “Livin la vida loca” que vivió allá y que Sandra anhela disfrutar, si como parece, viajan juntos. La soltería es un logro del que se gratifican por igual Vinicio y Sandra, otros también en este lugar, pero ellos lo llevan al siguiente nivel.

Haciendo un comentario con Vinicio, se sonrojó y me dijo que él no manosea mucho, sólo lo necesario, y al verle la sonrisa que lo traicionaba, le dije que mi pregunta iba por cuestiones técnicas, nada personal ni íntimo, que pareció ser lo que entendía al respecto.

Para fortuna de Vinicio y el resto de mi equipo, estas letras nunca van a salir a la luz pública, no tengo la intención de que alguien que no sea yo, se entere de las cosas que llevo relatadas para mi exclusividad.

Ya habían caído el Imperio Romano y el Otomano, los incas, los aztecas… también caía la imagen de timidez que tuvo Vinicio cuando ingresó en la oficina, se había quedado en el letargo, dando paso a una imagen más liberada, más él, recargada con las figuras de Sandra y de Enrique, que le servían de guía en medio de las luces de neón.

A la salida, cuando fui a lavarme los dientes, estaban Vinicio y Sandra junto al escritorio del pobre Paolo, Sandra hincada como pidiendo a La Virgen y Vinicio en posición de futbolista que pone atención a su entrenador y Paolo, dichoso que tiene el don de la paciencia.


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