Perfiles Psicológicos (El libro de las revelaciones)

 - En su caso – le dije a Fabián con franqueza – es más fácil encontrar a una mujer que encontrarse a usted mismo.

- Doctora, no me diga eso.

- Lo digo por el poco compromiso que usted ha demostrado en eso.

Se había salido de los grupos de WhatsApp que tenía con Enrique, Sandra y Vinicio. Enrique ya lo había confrontado, preguntándole el motivo de su salida de los chats y la respuesta de Fabián fue lo más cliché “ocupo renovarme”. Y veamos, la gente cambia, todos los días, pero algunas personas utilizan la frase “cambiar” como una taza de café, la tienen sólo por ratos, Fabián era una de ellas. La verdad era, que el resto de los miembros de la esquina no combinaban con la vida religiosa que Fabián quería seguir, por eso se sentó alejado de ellos el lunes en la oficina. Evangeline le hizo la misma observación mía, pero, con otras palabras.

- Veré cuánto tiempo le dura la renovación esta vez – le dijo, ante la mirada angustiada de Fabián, que había intentado tantos cambios en su vida, como lunes se contaban en un año.

Luego fue Sandra, la que levantó la cabeza por encima de su computadora y le dijo:

-Da lo mismo el lugar donde se siente, sigue siendo usted.

-Y la cosa está seria – me dijo Isabel – ayer vinieron solos Vinicio y Nicolás, esa esquina está resquebrajándose a pedazos.

A la distancia se podían oír las risas de Donato, con el mismo estruendo con el que los discos de hockey sobre hielo golpean las paredes. La merienda llegaba justo a tiempo, el fin de semana no me había dejado dormir y mi cabeza estaba a punto de rebotar contra el monitor, ni la música lograba mantener mis ojos abiertos.

Sandra deseaba, pero no tenía el número de contacto del programador, le habría sido sencillo evacuar una pequeña duda que le había surgido a Evangeline. También lo supo Vinicio, que ya estaba al tanto, pero ninguno contaba con el contacto, la que más deseaba tener el número era Sandra, pero el tipo de contacto que ella requería no se consigue vía telefónica. Fabián perdió la virginidad de escuchar a Isabel utilizar una “mala” palabra, creo que, a estas alturas de siglo, era la única virginidad que le quedaba a Fabián, el resto, ya han sido entregadas. Y todos se ponen de pie y gritan ¡Aleluya, hermano!

Al clan entre Sandra y Fabián, le hace falta una terapia matrimonial, o sexo (no entre ellos, claro), porque luego de estar distanciados toda la mañana, fueron a almorzar juntos como dos periquitos de amor.

Me dio cosa con Paolo, llegó a la oficina sin poder doblar las rodillas, imitando el mismísimo paso robot, tan usado en las discotecas a finales de los ochenta e inicios de los noventa. La culpa fue del ejercicio del fin de semana, vuelto a la acción luego de un tiempo de estar en vacaciones.

Mateo se sentó conmigo y me consulto sobre la falta de atención de más pacientes, pero en estos momentos, no sé si mi tiempo es suficiente como para atender casos nuevos. Paolo y mateo saben muchas cosas de esta oficina, pero sería mucha indiscreción de mi parte si pregunto, las cosas son más interesantes cuando se las cuentan a uno sin necesidad de preguntarlas.

No me había detenido a pensar, si será que soy una chismosa y utilizo estos escritos para alimentar esa parte mía interesada en las cosas de los demás, pero entonces, me miro al espejo, me paso rímel, afino mis cejas, observo la posición de mis aretes y me digo para mí misma que no, no soy chismosa, lo que hago es conservar detalles que luego uso para mis diagnósticos, para conocer a la gente con la que trato, porque como decía mi abuelo cuando miraba a una mujer joven y guapa pasar frente a él “el que conoce de panes, prueba lo dulce y lo salado, porque lo que endulza lo manda Dios y nunca es pecado”.


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