Memorias benditas

Ni tan joven para morir de amor​
ni tan viejo para no enamorarme,
ni para olvidarme
que contigo perdí lo que tenía de virgen,
si remedios vendieran para las memorias benditas
las hubiera agotado para no olvidarte en ninguna.

Hay palabras que cumplen su ciclo de vida​
y se van olvidando como fotografías,
veneno en los besos de labios de zutano
y un relicario que tiembla de rabia cuando te olvido.

Sabía el olvido que lo último que debe olvidarse​
es el amor más bonito
el que urge cuando necesito
sentir algo lindo en la cama.

Fui el último amor que partió del balcón​
que había entre el Edén y el Infierno,
anoche descubrí que las noches más locas
no vuelven a aparecer cuando les das la mano
o cuando crees que el verano
es hermano del invierno.

Las horas que pasan entre mil y trescientos​
son más largas si en mi cara no existe
un beso tuyo haciendo de amuleto.

Te había dedicado hasta una canción de cuna​
que se dormía más tarde que la hora de costumbre,
un beso hermoso, una caricia en el rostro
y el resto que tengo, que todo es tuyo.

Algo tiene de santa tu boca,​
que en ella tengo mi altar resguardado
por dos besos que robé mientras dormías
y agradecí entonces que fueras mía
porque desde entonces tengo algo apreciado.

Sabía que el largo de tu falda no debe olvidarse​
que el lecho de mi necesito
es el recuerdo más lindo que tengo de vos.

Fui el último amor que partió del letargo​
que había entre el Edén y el Infierno,
anoche descubrí que los amaneceres más puros
no vuelven a aparecer cuando te extraño
o cuando crees que el próximo verano
llega antes que el invierno.

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